y nevaba, y ella, que era canaria, en bikini
L.
Esta mañana, tumbada en la cama, decidí que ya había llegado la primavera.
No, no me dejé la calefacción puesta, ni me engañó el sol de invierno (que me suele pasar).
Las ventanas estaban cerradas, y yo me acurrucaba bajo el nórdico, sin ganas malditas de sacar los piecillos al frío y empezar el día. Sin embargo, era una decisión firme.
Me levanté, me tomé el café, me puse unos pantalones nuevos que me compré, de telita fina, con un estampado, anchos arriba y estrechos en la pantorrilla, de culocagao que les digo yo. Más monos. Unas medias debajo, eso sí, media pierna fuera no, que las brisillas de la primavera son traicioneras. Luego me puse una camiseta, un pulovito y una chaquetilla de entretiempo.
Y a la calle.
Madrid, 9 de la mañana. 2 grados.