jueves, 30 de octubre de 2008

41. El lujo de Xoel López



Fotos de Beatriz Basanta



"Deluxe, sí hombre, el cantautor ese popero gafipasti"

Efectivamente, Xoel López no deja de ser un cantautor, popero y gafipasti.
A mí me gusta, pero claro, a mí me gustan los cantautores y los poperos y los gafipastis ( no todos, claro) pero no es tan raro, al fin y al cabo, que me guste. Eso no lo hace diferente.

Me gusta por sus letras, sobre todo. Me gusta por la manera en la que sus canciones se cuelan en mis oidos, y en mi cabeza, casi sin querer. Me gusta su voz, y su pose. Me gusta la fotografía de Beatriz Basanta, que ayuda a que comprarse Fin de un viaje infinito, tener su libreto en las manos, sea una buena inversión, en los tiempos que corren.

Por eso ayer yo iba ya convencida.

Lo raro es que lo que vi sobre el escenario no fue lo que esperaba. Me encontré con un músico impecable que, acompañado por una buena banda ("la mejor del universo"), sabía interpretarse y reinterpretarse, con la personalidad suficiente para ser un personaje y conquistar al público, y el sentimiento suficiente para que no fuera impostado.

Y aún más. Es difícil explicar la energía que irradiaban. Él, una marioneta colgada por la nuca de un trozo de tanza, las piernas y los brazos que se movían eléctricos a merced de la guitarra, y aún así cada golpe de luz daba la foto, el salto, la pose necesaria. Un profesional.
La banda, completamente incorporada en los temas, y nosotros, saltando, aplaudiendo, con el cuerpo que se nos quedaba chico.

Un espectáculo.

Hay quien diga que exagero. Seguro. Pero es que fue uno de esos conciertos en los que el grupo toca para ti, en los que te devuelven la fe en canciones olvidadas, en los que consiguen que te gusten aquellas que nunca te convencieron. Fue uno de esos conciertos que constituyen una parte fundamental de la vida del grupo, y no una imposición de la discográfica.
Entiéndase entonces que, en plena resaca, mi objetividad esté algo afectada.

En cualquier caso, este no era un concierto más.
Resulta que Deluxe se acaba. Xoel ha decidido cambiar de proyecto y de vida, reinventarse como músico, darle más cancha a su faceta de autor. (Nos enteramos ayer por El País)
Reinventarse es siempre un lujo, y él lo hace porque puede, porque Deluxe es ya un proyecto sólido, redondo, que vale la pena.

Tal vez por eso, anoche lo dieron todo, sin ser del todo un adiós.
Como va a serlo, con un nuevo disco, de caras b, sí, pero con ese título, y ese single.

Reconstrucción




A mí sólo me queda agradecerlerle a Tone que me lo regalara hace tanto tiempo, y de paso que siempre se empeñe en hacerme creer en la música.
Eso, y comprarme el nuevo disco, el último... o el primero.


miércoles, 29 de octubre de 2008

40- Funciona

- Hola, buenas. Mira, yo quería hacer un regalo y era para ver si me podías recomendar un libro
- Sí, claro ¿qué tipo de libros suele leer?
- Le gustan estos de misterio... pero basados en la historia... con cosas de religión

Ya estamos. Voy hacia el estante de "sucedáneos del código da vinci" (no se llama así pero debería) y miro las novedades. El señor ya tiene uno en la mano.

- Había pensado este
- Ah, sí, sí. Ese está muy bien.
- ¿Sí?
- Sí. Yo no lo he leído, pero por lo que han dicho...
- Ajá. Bueno, pues quería llevarme también otro
- Sí... - Miro el top de ventas. Egipto. Lo cojo al vuelo - Este se vende muy bien
- ¿Sí?
- Nos lo quitan de las manos.

Mano de santo.

39- Material para una pesadilla

"A las 19 dejas lo que estés haciendo y te pones a recoger la sala"

De 19 a 21 la librería está en su punto máximo de afluencia. Yo me peleo con la multitud -perdón, perdón- y me sitúo delante de "ciencia ficción y fantástica".
Por algún sitio hay que empezar.
Los de DragonLance están todos por el suelo (qué ediciones más feas, por favor) del señor de los anillos casi no quedan y hay unos huecos horribles, que a ver cómo me las arreglo para llenar. Por fin termino y paso a lilteratura española, un verdadero alivio. Me dan trabajo sobre todo los de cátedra, lecturas obligatorias, claro. Después de sentarme en el suelo y subirme al taburete 35 veces, ir a buscar libros a los roles, con cuatro mil interrupciones de por medio - perdona, ¿Gomorra no te ha llegado? - termino con la mitad de la sección, y me he echo hacia atrás para contemplar mi obra.

Los de DragonLance están todos por el suelo. Del señor de los anillos casi no quedan y hay unos huecos horribles que no sé cómo voy a llenar.

Material para una pesadilla, o un mito clásico.

martes, 28 de octubre de 2008

38- "Este se vende muy bien"

Ahí estaba yo, de pie frente al mueble de novela romántica, mirándolo, al mueble, y al chico, alternativamente.
Tenía unos 20 años y era mi primer cliente

-Hola, mira, que le voy a hacer un regalo a una chica, tiene 23 años y le gusta Danielle Steel. Ya le he cogido este - me enseña un libro que se llama "Querido papá" y que en la portada tiene una foto de una mano adulta con la manita de un bebé sobre la palma- pero me gustaría comprarle dos, y era a ver si tú me podías recomendar alguno del mismo estilo.

Qué mono.

Vuelvo a mirar la estantería, esperando que me diga algo, la estantería, no el chico, que permanece a mi lado calladito esperando un sabio consejo.

Nada, ni mú.

Busco a mi compañero con la vista, y me dirijo a él. Perdona, es que este chico...
Alejandro, que así se llama mi compañero, levanta la cabeza y dice "mira, ¿ves ese que tiene a Richard Gere en la portada? Ese está muy bien, van a hacer la película ahora, se lo están llevando mucho"

Mientras mi primer cliente se aleja encantado con sus dos libros en ristre- hay que ver lo que lee la juventud- Alejandro me pone la mano sobre el hombro y me susurra el secreto.

- Miras a la estantería de novedades, el primero que veas, se lo das y le dices las palabras mágicas. Mano de santo.


jueves, 23 de octubre de 2008

36- Fama efímera

Calle General Oraá, número 12.

No es la primera vez que voy, sin embargo tengo que volver a mirar el callejero del google maps, y apuntarme mis propias indicaciones a boli, y consultar la ruta más rápida en la página de metromadrid.
Tirso-Gran Vía en la azul, Gran vía- Rubén Darío en la verde.

Nada, ni me suena.
Es increible la mala memoria que tengo para estas cosas.

Llamo antes de salir, quiero saber hasta que hora puedo pedir el visado.
Hasta las 12, me contesta una voz familiar al otro lado del teléfono.
Son las 11.14.
¿A las 12?- Pregunto- ¿No me da tiempo?
Depende- contesta- ¿dónde estás?

Titubeo un poco, en mi casa, estoy a punto de decir, pero rectifico a tiempo, "aquí, en el centro" (que vengo siendo yo, al parecer)
Ah, pensé que estabas en andalucía, entonces no te habría dado tiempo.
Reconozco entonces, tras la voz y el acento familiar, el inconfundible sentido del humor del señordedetrásdelaventanilladelosvisados.
Soy canaria - aclaro- pero desde lavapiés ahí no me da tiempo de llegar antes de las 12.
Bueno venga, pues hasta las 12.30.

Cuando salgo del metro me doy de bruces con el mismo camino de la otra vez, y lo recuerdo, aunque sería incapaz de llegar a la embajada sin mi rudimentario planito.

De hecho, recuerdo incluso que la última vez hacía buen tiempo, y había un hombre afeitándose en una fuente de agua potable de las ramblas, entre los árboles.

Fuentes, árboles y pobres afeitados. Otra ciudad.

Por fin llego veo la bandera raída y sucia, que destaca entre el resto de embajadas glamurosas de la zona, y abro la pesada puerta de madera tras la que se abre la única estancia. Todos los presentes, más de los que objetivamente cabían en la habitación, se volvieron a mirarme. Sin excepción. Al final de la habitación se levanta un mostrador de madera y sobre él un cristal entero, que, más allá de la capacidad de transmisión sonora del pequeño agujerito ovalado que sirve para pasar los documentos, da la impresión de muro infranqueable, lo que hace que los usuarios peguen la cara al cristal desproporcionadamente, e incluso eleven la voz, haciendo partícipes de sus gestiones a todos los presentes. Eso, quieras que no, entretiene.

El turnomatic vacío me obliga a preguntar quiéndalavez. Por suerte dos señoras con un montón de recibos en la mano se han autodesignado encargadas de explicar a los recién llegados quiéndalavez, cómo va la cola, cuánto vale el trámite, los papeles que te faltan y lo que sea menester –deberían pagarles. Lo digo en serio.

Cuando estoy sentada en medio de estas dos señoras- una tiene que saber relacionarse- descubro que también son la radio local.

-Qué barbaridad, mientras siga entrando gente a entregar, a nosotras no nos toca nunca
- Es que de verdad, son las doce y media y siguen llegando... Estas cosas antes no pasaban

Yo, en el centro del partido de ping - pong, temerosa de que me quemen en la hoguera por haber entrado poco antes de las y veinte, hablo.

- Ay ¿No se pueden ya presentar papeles?
- Hasta las doce – me dice la señora de la derecha, llamémosla A, que estaba esperando mi pregunta.
- Ay, pues es que a mí me dijeron que hasta las 12 y media.
- Antes era así – apostilla la señora B, son todo un equipo- pero ahora lo cambiaron, y claro, hasta que no acaben de presentar los papeles, no nos entregan los visados.
- Y no pueden pasar ustedes en su turno...- pregunto, sinceramente sensibilizada con su drama humano.
- No No No – asegura la señora A y añade, bajito – Pasamos cuando Él quiera.

Las tres miramos a la ventanilla-muralla, para observar al señor que tiene nuestra mañana en sus manos.

- ¿Sabes cómo se llama?
La señora B niega con la cabeza
- Abderramán – dice una tercera señora, y ante nuestra mirara desconfiada añade -creo
- Es que aquí hay que venir sin horarios – dijo la señora B, sin dejar de mirar la ventanilla - ¿sabes? Sin nada que hacer después.
Justo en ese momento Abderramán le pide 8,50 al cliente de turno y yo recuerdo que no he traído dinero suelto ¿Habrá que pagar al pedir el visado o al recogerlo?

- Al pedirlo – dicen mis amigas al unísono- ¿no tienes dinero?
- No, pero voy a intentar que me coja los papeles y luego vengo a pagar.
- Já – la señora A no pudo evitar dar un respingo – mira a ver si tienes suerte, yo no sé si te va a dejar – bajando de nuevo la voz, como siempre que se referían a Abderramán, el supremo.

La próxima soy yo – menos mal que las señoras están al loro- así que me levanto y me acerco a la ventanilla. Ellas, desde las sillas, me dan ánimos “a ver si te lo coge, mi niña” dice una, “yo espero que sí” dice la otra.
El señor que está delante mía saca un billete de 50 euros. Abderramán se enfada “yo no tengo cambio, pregúntale a la chica”
Las risas socarronas no se hacen esperar “si la chica no trajo ni dinero” se encargan las señoras de informar a los parroquianos, que si no no entendían el chiste. Por fin el señor de delante encuentra el cambio y todos dejan de mirarme, todos menos las señoras, claro, que esperan a que me devoren los leones.

- Tú eres la del teléfono ¿no? lavapiés – me dice Abderramán para confirmar que nos conocemos, mientras yo le entrego la documentación en un mar de disculpas por lo del dinero. Mira la carta. Ministerio es gratis, dice, y yo respiro y miro a las señoras triunfante.
Vuelve a mirar la carta, y la solicitud, y la carta otra vez- ¿Dónde está tu amigo?- dice al fin
- En su casa – le digo, elevando la voz- en Las Palmas de Gran Canaria
- ¿Pero dónde?
- En su casa – digo, más alto, mientras Abderramán se desespera y me señala la solicitud donde pone “profesión: profesor de español en la Universidad de Argel” – Ahh, sí, sí, profesor de español, LECTORADO
- No posible
- Sí- digo, cada vez gritando más – LEC-TO-RA-DO
- No, no posible él profesor español en Argel si él nunca en Argel – vuelve a señalar la solicitud. Donde pone “¿Ha estado alguna vez en Argel?” puede leerse claramente “No”, justo debajo de la casilla de “apellido de soltera” – ¿Él ahora dónde?
- ¿Dónde trabaja?
- Sí donde trabajo
- No, el no trabajo
- ¿Universidad de Argel contrata a alguien no trabajo?- dice, presa de la indignación, mientras yo vuelvo a gritarle “LECTORADO, A-E-CI” pegando la cara al cristal

A esas alturas ya soy la comidilla de la sala. Un rumor, encabezado por las señoras, empieza a adueñarse de la habitación que una vez más, me mira al compás. Tengo la impresión de que van a intervenir de un momento a otro, cuando una mujer entra por la puerta como una exhalación y se acerca decidida a la ventanilla, colándose descaradamente a las señoras e interrumpiendo mi show.

- Abderramán – le dice- te traje el papel ¿qué tienes de lo mío?
- De lo tuyo nada hoy
- ¿Seguro? Bueno, pues te voy dando estas solicitudes, ¿vale? Míralas a ver si está todo...

El rumor de la sala aumenta, todos los presentes despotrican contra el nuevo fenómeno mediático, orquestadas por supuesto por las dos señoras, mientras yo aprovecho para escapar con el recibo, el teléfono y el fax que el ser supremo me ha dado para que el parado le explique cómo trabaja en la Universidad de Argel sin haber estado allí nunca, y aún puedo escuchar al vuelo un “qué verguenza”, “siempre igual” mientras dejo caer tras mi espalda la pesada puerta de madera.

35- Redacción: Lamigadelosanimales


Mi amiga Laura es veterinaria.

Tiene suerte, quiso serlo desde chiquitita.
Yo no estaba, pero me consta, eso y que estaba casi tan loca como ahora.

Tal vez todos quisimos serlo, veterinarios digo, de chicos.
Yo, al menos sí, tenía debilidad por los bichos; perros, gatos, hamsters (¿hámsteres?), pájaros... Las tortugas nunca me hicieron mucha gracia.
Mi vocación acabó aquella tarde, lo recuerdo como si fuera ayer, en la que vi a la veterinaria familiar (en mi casa tenemos de eso) apretar no sé qué glándulas apestosas del culo de nuestro perro.
Era una vocación bastante endeble.

Lo curioso de Laura, por tanto, no es su vocación temprana.
A ella, al contrario de casi todos los veterinarios vocacionales que se precien, no le gusta la clínica de pequeños.
No le gusta atender a esos seres peludos y mimados en brazos de sus dueños, probablemente más por los dueños histéricos que por los pequeños pacientes peludos, que al fin y al cabo no tienen la culpa de estar tan malcriados.Enlace
A Laura le gustan los bichos grandes, esas vacas de mirada tierna y vacía, de patas enormes, y sobre todo sus dueños, campechanos, amables, que invitan a café.

Mi amiga Laura es veterinaria, y trabaja en una clínica de pequeños.

Lo peor, sin duda, son los dueños.
A veces le dan ganas de colgarlos, y lo hace, de hecho, en su blog.

Tenemos suerte, gracias a esos arranques homicidas (simbólicos) podemos estar al día sobre productos de belleza inverosímiles, las ultimas tendencias en nombres de perro, y, sobre todo, de la pintoresca fauna de la clínica, y del barrio, y del bar de la esquina.
Cuando Laura habla (y escribe) de sus clientes lo hace con sorna, con ironía, nos arranca carcajadas y parece muy lejos de todas esas preocupaciones banales con los que la torturan, llamándola a horas intespestivas, tocándole en la ventanita de la puerta.
Sin embargo, no hay que creérselo mucho.
Yo la he visto desvivirse por explicarle a un dueño preocupado como bañar al mil leches con un producto especial para evitar esas escamitas en la piel, y asentir sonriente, casi enternecida, cuando el señor mira al suelo, sonrojado, y afirma "es que a esto- acariciando al chucho hasta casi desgastarlo-... sólo le falta hablar"

Hace unos años Laura recogió para mí, de entre gatos conjuntivíticos y moscas, una bola peluda de uñas y dientes, salvándola, - a ella, o a mí, o a ambas- , y que yo me he encargado de convertir - como buena dueña histérica, carne de blog - en una gata gorda y malcriada que le bufa cuando entra en casa, lo que a ella la enfada, o pone triste, o ambas cosas.
Parecería que sus diferencias son irreconciliables.
Sin embargo, no hay que creérselo mucho.
Yo las he visto quererse, cuando nadie mira.

Hace unos días unos ojos azules (azules azules) se cruzaron en la vida de mi amiga Laura y le volvieron el mundo del revés, sólo un ratito, lo suficiente.
Noté su tristeza al otro lado del teléfono. Esa tristeza inconsolable y silenciosa, y por silenciosa más inconsolable aún que cualquier llanto desatado.
Era pequeña y blanca, se llamaba Marlene, y nos tuvo a todos en vilo tres días. Era pequeña y blanca y casi la conocí, por las descripciones, por los parecidos, por la tristeza inconsolable.
Parecería que tanto esfuerzo no sirvió para mucho.
Sin embargo.

Mi amiga Laura es veterinaria, y no le gusta trabajar con animales pequeños.

Sin embargo, cuando está de vacaciones, se para hablar con los dueños que pasean a sus perros, y aprovecha para tocarlos, palparles el abdomen, revisarles los colmillos.


Datos personales