lunes, 27 de diciembre de 2010

La casa faro










Y hasta aquí puedo leer. 

sábado, 18 de diciembre de 2010

Fucking genius

Ayer vi en directo a este señor. Salió al escenario fumando compulsivamente, con un tetrabrick de zumo de naranja, una manzana y un colocón importante. Al principio me asusté un poco, empezó regular y pensé que podría no estar a la altura de sí mismo. Pero a la tercera canción ya me tenía comiendo de su mano, como siempre. Creo que tiene un talento especial -genial, diría- que trasciende su pose perfecta, su malditismo trasnochado.

Lo recomiendo vivamente.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Por nada de nada



Veo más que nunca la tele y lloro en los concursos donde regalan fama.
Dime cuanto puedes amar a alguien que no vuelve a casa con dinero ni la prensa le aclama.
Me asusto por nada, por nada de nada.

Notre Dame
El perro es mío, Fran Nixon

lunes, 29 de noviembre de 2010

A la espera

La Agencia Estatal de Metereología (Aemet) ha activado la alerta roja, de riesgo extremo, en Canarias, por vientos de más de 100 kilómetros por hora, a lo que se sumarán lluvias intensas, lo que ha provocado la suspensión de las clases en el archipiélago.

Las autoridades canarias mantienen los aeropuertos y puertos cerrados, a la espera de la evolución de las condiciones climáticas en las próximas horas.


La vida real

Algunas veces, todo lo que quiero es leer. No un momento, toda la vida. Pienso en las cosas que me quedan por leer y me pongo feliz y un poco ansiosa. Quiero tener mucho tiempo para leerme el mundo. En esos momentos lo siento tanto por los nuevos escritores, que me interesan, me interesan mucho, pero no son ellos a los que imagino en esas orgías literarias. "Lo siento chicos, seguro que es súper interesante, pero yo es que tengo que leerme Paradiso, y El Ulises, y Crimen y Castigo, y 2666". Me pasa también con la música. Y con el cine, aunque menos, lo reconozco. Probablemente porque es algo que no puedo hacer mientras leo. Leer, oir música, ver películas, beber gintonics y escribir novelas. ¿Qué había que estudiar para trabajar de eso?

Luego, en la vida real, leo poco. Veo pocas películas. Oigo siempre las mismas listas del spotify. No escribo más que una lista de tareas, eterna, que nunca cumplo.

La vida real es una mierda. Niños, no la intenten en sus casas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Salada

Estos días, vaya, no es que hayan ido fatal (mal, muy mal, fatal), no, pero tampoco han salido las cosas, digamos, a pedir de boca. Las cosas no empiezan fáciles, ya se sabe. Sin embargo tengo buen humor, o al menos, no tengo el mal humor que se correspondería, en mi carácter (de natural, dama de las camelias) con las complicaciones que han tenido los acontecimientos. Creo que estos años, por mucho que extrañara el mar, por mucho que extrañara el clima de esta isla, los había subestimado terriblemente.

Hoy por ejemplo, me bañé. En el mar, claro. Margullé un poco. Bastante. Me entró agua en la nariz. Tosí un poco. Margullé otro poco. Hice el muerto. La felicidad.

Luego hice la maleta. Todo en el cuarto es arena. Arena en la ropa, arena en el suelo, arena en las cholas y en los bolsos. El iphone tiene arena, sí, también. Qué alegría de vida arenosa, qué alegría de humedad, yo, tan salada, todo el rato.

Tengo un poco de susto. No sé si voy a poder, tantas cosas, tantos vuelos.
Aunque todo desaparece, por momentos, porque soy salada, porque voy a verte.

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

Viceversa, Mario Benedetti

jueves, 25 de noviembre de 2010

Todo es relativo

Se alquila piso amplio en edificio de tres plantas. Es el segundo piso contando desde abajo. Se pedirá aval.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ático-dúplex cerca de la playa, 450 euros

- Hola, buenas tardes, llamaba para preguntar por el piso que se alquila
- Sí ¿que quieres saber?
- Bueno, en realidad quería verlo
- Ajá, ¿eres auxiliar?
- ¿Perdón?
- Auxiliar
- Auxilar de qué
- Auxiliar de vuelo, azafata
- Ah, no...
- Yo sí
- Ah, qué bien
- Pues tú tienes voz de axuliar ¿ A qué te dedicas ?
- Edito libros
- Ay, qué bonito
- Sí... ¿entonces el piso...?
- No te lo puedo enseñar de momento, estoy fuera de la isla, pero a todo el mundo le gusta
- Ajá, ¿está amueblado...?
- Sí, sí, sí, tiene una tele Loeve de 40 pulgadas
- ...
- El piso es como yo, y yo soy exquisito
- Ajá...
- ...
- Yo es que tendré que verlo ¿sabes?
- Sí, claro, a ver si busco a alguien que lo enseñe-esas cosas que hay que pensar antes de poner el anuncio, amigo- llámame el martes
- ¿Dices que está cerca de la playa?
- Ah, claro, es que en Las Palmas todo está cerca de la playa
- Ya
- Yo que tú no veía nada más. El piso te va a encantar.
- Oh, sí. Hecho.

La isla del tesoro

El problema son siempre las espectativas.
Si uno espera que salga un ratón de la chistera, el conejo blanco es un acontecimiento.
Pero, ah, si esperábamos el número de la caja de cuchillos.

Yo nunca he sido partidaria, sin embargo, de ajustar mis espectativas. Creo que es una teoría que a veces se acerca peligrosamente al conformismo, a la resignación cristiana. Yo espero siempre un unicornio saliendo de un bombín entre fuegos artificiales, y después, ante el -tan obvio y absurdo- conejo blanco, lloro, pataleo, y ya, si eso, negocio con mis frustraciones.

No obstante en este caso venía, o creía que venía, bastante preparada.

Cuando me dijeron que pasaría más tiempo en la isla del habitual, me puse loca de contenta. Cuando me di cuenta que viviría un poco aquí y un poco allá y, por tanto, en los dos sitios y en ninguno, me dio pavor.

En cualquier caso, pensé, si tengo un piso que me guste, un buen espacio donde vivir cuando esté aquí -un búnker, un escondite, una casa en el árbol- todo será más fácil.

Quién me iba a decir a mí que todas las casas serían demasiado pequeñas o demasiado grandes, estaban demasiado lejos, o demasiado cerca, muchos escalones, los muebles muy viejos, mucho ruido en la calle, ni un alma en el barrio, en este patio no cabe un gato, ni un conejo y mucho menos mi unicornio en su bombín.

Menos mal que hoy, al borde de la desesperación, caminé hacia la playa, me descalcé y metí mis frustraciones en el agua. Mejor. Mucho mejor.




martes, 23 de noviembre de 2010

Se atormenta una vecina


En Tenerife hay una montaña que habla.

Lo descubrí un día con J. y M. Ellos me habían rescatado de un pueblo en el fin de mundo y me llevaban al aeropuerto, y cuando pasamos por delante me dijeron "mira, mira" Y vi esto:


Me pareció genial. Me hablaron del tipo que se levantaba de noche para ir a cambiar la frase más o menos una vez en semana. Me contaron que algunas veces, como aquella, ponía juegos de palabras, pero otras eran frases más poéticas, anímicas, arengas a la gente que iba en el coche o en la guagua y que a lo mejor se estaba tragando una estupenda caravana de camino al trabajo.

Yo me acordé de una vez, hace mucho tiempo, que N, L, B y yo decidimos hacer plantillas y llenar la ciudad de grafitis con versos, trozos de poemas. Poemas de otros. Nuestros favoritos.
Habíamos pensado en qué lugares los pondríamos, donde los viera mucha gente, donde pillaran por sopresa, donde inspiraran, sobre todo, al que leyera. Nos habíamos puesto hasta nombre. Nunca lo hicimos, pero lo pasamos tan bien planeándolo que casi recuerdo cómo hubiera sido.

M. me dijo que le gustaba pasar por allí esperando a que hubiera cambiado la frase, y pensando qué podría decirle a ella, esta vez, el poeta de la autopista.

Nos quedamos un momento callados. Yo pensé qué pondría si tuviera 20 metros para escribir lo que quisiera. Pensé que ahora cuando quiero poner algo en un muro voy al facebook. De hecho pensé en abrirlo y escribir, diligente, "se atormenta una vecina".

"Lo mejor" dijo M. de pronto "es que casi siempre acierta".

Esta semana Anoniman (nuestro nombre era más cursi, pero mucho mejor, se lo aseguro) no habla, susurra:



Yo me pregunto si hará mensajes por encargo.




jueves, 18 de noviembre de 2010

Felices los normales

Felices los normales, esos seres extraños,
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

Roberto Fernández Retamar

viernes, 5 de marzo de 2010

Teletrabajo

Esta semana cambié de oficina y tuve una nueva compañera de trabajo...










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