Ayer vi en directo a este señor. Salió al escenario fumando compulsivamente, con un tetrabrick de zumo de naranja, una manzana y un colocón importante. Al principio me asusté un poco, empezó regular y pensé que podría no estar a la altura de sí mismo. Pero a la tercera canción ya me tenía comiendo de su mano, como siempre. Creo que tiene un talento especial -genial, diría- que trasciende su pose perfecta, su malditismo trasnochado.
Veo más que nunca la tele y lloro en los concursos donde regalan fama. Dime cuanto puedes amar a alguien que no vuelve a casa con dinero ni la prensa le aclama. Me asusto por nada, por nada de nada.